¿ Cuándo uno está listo para hacerse cargo de sí mismo? ¿ En qué momento logramos la paz que  necesitamos para que nuestros proyectos se realicen y nos bajemos de la montaña rusa de la inestabilidad, sea familiar, económica o vincular? La respuesta para las tres preguntas es la misma: cuando alcancemos la madurez emocional. Sin eso, de nada servirá  la billetera repleta, la libreta de matrimonio Y el aplauso de los demás. La adolescencia emocional es tan real como la hormonal, con la variable que no está regulada por un metabolismo que ponga fin al proceso, como sucede con la etapa que antecede la adultez. Se puede ser un inmaduro emocional a cualquier edad, causando gran fatiga a la red que lo sostiene y estancamiento al que lo padece.

     ¿ Cuáles son las características del que carece de madurez emocional?
1  –  No se comprometen. Tal como sucede con los jóvenes, les cuesta asumir responsabilidades . Creen que deben ser contemplados permanentemente y que los demás perdonarán eternamente sus faltas.
2  –  No tienen autocrítica. Amparados en el rol del rebelde sin causa, encuentran una excusa irrefutable  para cada desliz.
3  –  Es frecuente que tengan inestabilidad económica, ya que el estado de ánimo variable altera sus planes constantemente. Otra posibilidad es que la disociación  que los fisura les permita ser exitosos en su profesión y un niño más en casa.
4  –  Juegan constantemente con la existencia, con las amistades, con el amor, con la ruleta, con la velocidad, con las drogas , con el alcohol, en fin,  con el adolescente que llevan dentro. No salieron de la etapa lúdica.
5  –  Viajan en calesita, caminan en círculos, por lo tanto,  sus vidas no avanzan. El tiempo pasa y cada tanto el devenir les acerca una sortija que la enarbolan como un gran logro.
        Apañados por una sociedad que enaltece los ideales de la juventud , la inmadurez emocional tiene cada vez más adeptos. Es más fácil detenerse en una etapa en dónde los demás se hagan carga de uno. Las terapias son duras, caras y llevan su tiempo. No obstante, el costo de no crecer es mucho más alto que cualquier tratamiento, es  quedarse en la mitad del camino, sin conocer la propia potencialidad.