El libro de Marie Kondo, La magia del orden, ha vendido millones de ejemplares en todo el mundo. La japonesa que organiza desde placares hasta empresas es un éxito rotundo. A Argentina la trajo la editora y amiga Gaby Comte, con muy buen tino. El eje central del texto es simple y pegadizo como un estribillo de regatón: el orden externo genera orden interno. Quiénes viven en el caos no están más que reflejando un estado interior. Placares perfectos, orden en los cajones y en los documentos lo convertirán en alguien práctico, ubicado y austero, que sabrá en dónde están objetos y, sobre todo, sus  emociones. Uno e los tips en los que Kondo hace más hincapié es que hay que desechar todo lo que nos produzca tristeza. Me pregunto ¿ los recuerdos, no vienen todos con un dejo de tristeza?

Desde hace años observo como la vivienda urbana se ha transformado en la réplica de las oficinas corporativas. Colores claros, espacios diminutos, objetos imprescindibles y casi ningún adorno. Dominados por la pantalla, altar indiscutible de lo contemporáneo, las computadoras organizan, ocultan y presentan solamente aquello que queremos ver, encarpetando lo que hay que guardar. La televisión dejó de ser un electrodoméstico inocente. Las de última generación conectan internet y captan señales satelitales. No obstante, las bibliotecas se fueron achicando. Según mi suegra, son perjudiciales para la salud porque traen ácaros. (Eso no significa que haya preferido los libros electrónicos, que no se apilan y cuestan la mitad de precio). Pronto tener una biblioteca será un lujo a los que pocos accederán, no tanto por el costo sino por la propuesta estética que instaló el minimalismo oficinista. Los invito a mirar una revista de decoración. Verán que en ninguna sala de estar hay bibliotecas.
Quedarán en el olvido los talleres como los de Lucien Freud o Francis Bacon, en dónde se gestaron obras maravillosas o los arcones en los que Marguerite Yourcenar metía todo lo que “no servía para nada”, con la esperanza que un día ésos objetos cobraran sentido y la inspiraran a escribir un nuevo cuento o novela.
Pienso que en el mundo de Kondo queda poco lugar para los sueños. Nada más desordenado que el mundo onírico. Es cierto que hay quienes necesitan su guía porque perdieron el camino que los lleva a sí mismos. Sin embargo, su propuesta va más allá de organizar nuestro bochinche. Verticaliza el espacio, que otrora fue horizontal y comunitario. En cierto modo, nos robotiza. Traslada lo sagrado a un no-lugar porque en él todo es es recuerdo y tradición. Quizá eso suceda porque hay que olvidar la derrota de la Primera y Segunda Guerra Mundial para ser una nueva potencia mundial. No vaya a ser que las emociones nos jueguen una mala pasada y dejemos de trabajar para el sistema. Orden full time. Orden full life.
(Ilustra foto de Jane Bown, Francis Bacon en su estudio, l980)