Diez medidas de belleza descendieron al mundo, nueve recibió Jerusalem, y una el resto del planeta. 

            Diez medidas de ciencia concedió el Creador al mundo y Jerusalem recibió nueve, y una el resto del planeta .

            Diez medidas de sufrimiento concedió el Creador al mundo y Jerusalem recibió nueve, y una el resto del planeta.

Así el Talmud explica cómo la ciudad amada por Dios puede estar en el epicentro de los conflictos de la humanidad desde sus comienzos. Sagrada para los judíos, ya que allí están los vestigios del Templo de David y de su hijo Salomón. Sagrada para los musulmanes porque dentro de sus murallas Mahoma subió al cielo . Sagrada para los cristianos porque Jesús la amaba mas que a cualquier otro sitio en el mundo. Por eso se la conoce como  La ciudad tres veces santa. Allí no hay shoppings, parques temáticos o casinos. Será feliz el que busque inspiración en lugar de diversión, revelación en lugar de fotos para instragram, respuestas en lugar de estímulos. Allí las piedras, pulidas como si hubieran estado en las manos de un escultor, atestiguan el paso de millones de visitantes que han ido a salvarla, a amarla,a  conocerla  y , sobretodo, a adorarla. Allí las piedras hablan.  Meca de los peregrinos, portal de las almas, musa de los Templarios, inspiración de los profetas, esposa del Cantar de los Cantares, la ciudad de las ocho puertas y de los cuatro barrios recibe por igual a los que vayan a ver sus reliquias como a los que buscan  dones celestiales. En sus callejuelas la vida transcurre como si los humanos se amaran los unos a los otros, como si no hiciera calor en el desierto, como si el hambre en el mundo  fuera a terminar de un día para otro. La emoción que me embargó cuando crucé la Puerta Nueva  fue de tal magnitud que pasé la primera noche en vela, respirando el aire especiado , en estado anonadamiento. Raro en mí, que he llegado a dormir en lugares insólitos . En Jerusalem  todos los que conformábamos el grupo iniciamos  un camino hacia nosotros mismos, que no excluyó la convivencia amigable ni la alegría contagiosa, pero que llevó a cada uno de nosotros  a revisar su historia personal sin maquillajes ni excusas.

En el antiguo templo de Esculapio, dios de la medicina para los griegos, el mismo sitio en dónde estuvo la  piscina de Bethseda , dejé mis penas físicas. Siempre quise conocer ese lugar. Cuentan las piedras que  cuando el agua se arremolinaba, los ángeles concedían al primero que se metiera la cura de sus males . En la época de Jesús no estaba bien visto tocar a un paralítico porque los imperfectos  eran considerados  impuros. Un pobre hombre que padecía ese mal  llevaba años probando suerte, pero siempre que las aguas se agitaban, otro enfermo le ganaba de mano y lo zambullían primero al estanque. Jesús pasaba por ahí,  se apiadó de él y  pidió a Esculapio que se despertara (al que llamó Espíritu Santo) y a los mensajeros que le otorgaran al paralítico  la gracia de volver a caminar. Las piedras me contaron  que fueron tantos los ángeles que revolotearon el agua que  los que estaban ésa tarde en Bethseda salieron empapados y bendecidos. Y , por supuesto, el que no caminaba, caminó; la que no concebía, concibió; el que no recordaba, recordó. Sin duda la compasión de uno por el otro fue la que sanó las heridas de los que ahí estaban. Sin duda los dioses antiguos se abuenaron con los nuevos para que la gracia se desparramara entre nosotros. Sin duda un valiente quebró el tabú intolerante para que volviéramos a confiar en el milagro. Esas cosas cuentan las piedras de Jerusalem, las que hablan más de lo que uno puede entender, las que hablan mucho más de lo que uno puede escuchar.

      

Próxima entrega  Cap XIV  El Santo Sepulcro