Un sabio diría que no importa quién gane las elecciones el domingo, sí el compromiso que tenemos con el prójimo, que en síntesis, es el combustible que hace funcionar un país. Que no importan las diferencias partidarias, sí el deseo profundo de vernos mejor como comunidad. Diría lo poco que significan los porcentajes, encuestas y bocas de urna, sino que el pueblo participe del ejercicio democrático que implica elegir sus representantes. Recordaría lo intrascendente que es conocer los futuros galardonados y cuáles serán los políticos castigados por esperar votos que no vendrán, sino que lo importante que se ha vuelto la honestidad del que controla las urnas y la cuestión del fraude. Un sabio pondría en relieve la responsabilidad ciudadana y se reiría de los repetitivos programas televisivos con falsos dones proféticos. Esperaría con paz en el corazón el Lunes de la verdad, tan próximo y lejano a la vez. Hablaría de la flexibilidad del tiempo y sus teorías cuánticas. Un sabio diría que una elección, más que un sufragio, es la oportunidad de aprender entre todos una gran lección. Pero no somos sabios, panópticos, sino simples aprendices. Votemos el próximo domingo con las tres cés: compromiso, conciencia y corazón.