Cuando era adolescente escuchaba a Clara Nunes, una intérprete brasileña con voz templada y enorme sonoridad. Me gustaba su repertorio, la soltura con la que bailaba en el escenario. María Bethania, la hermana de Caetano Veloso, se inspiró en la minera (nacidos en la provincia de Minas Geraes) para crear el look que se la caracteriza hasta hoy, pelo suelto, polleras largas y cantar descalza. Clara era una rara mezcla de razas, ésas bellezas que provienen del ensamble de infinitos genes. Tenía ojos indiados, boca carnosa de negra y tez marfil. Era sólida, maciza, con formas redondeadas y muy femenina. Fue una mañana, al volver de la escuela, cuando supe que se había muerto a causa de una lipoaspiración. En ese entonces no se escuchaba hablar demasiado sobre ésa técnica de adelgazamiento inmediato. Recuerdo que se me cayeron las lágrimas. No podía creer que un mujer tan especial se hubiera ido de una manera tan estúpida. No sólo había perdido a mi intérprete preferida, sino que se me había caído un ídolo. Pasaron muchos años. Hace pocos días escuché la noticia del fallecimiento de Tamara Gómez, una mujer de 41 años en a Pampa, a causa de una lipoaspiración. Pagó noventa mil pesos para irse al más allá.
¿ Hasta cuándo las mujeres nos vamos a cosificar, con la excusa de vernos mejor? La industria de las cirujías parece gozar de muy buena salud en Argentina. En el último año hubieron 272.420 del cuál un 14% fueron liposucciones. Naturalmente, el profesional que se gana la vida haciéndolas dirá que es una práctica habitual, inocua y sencilla, cuando en la realidad la grasa licuada en el procedimiento puede filtrarse por los vasos sanguíneos y producir una embolia. Y la pregunta del día es ¿hace falta sangrar, moretonearse y correr riesgo de vida para que nos quieran?
La respuesta quedará veinticuatro horas flotando en la nube panóptica.