Para todo hay un límite, menos para los adictos a los audios del whatsapp. Creen estar en un mundo de protagonismo absoluto en la que sus voces, soberanas, reinan por sobre las demás. No comprenden que una grabación de más de tres minutos amerita un llamado telefónico. No se conforman con una, sino que se despachan con dos o tres audios al hilo, que suman al final de la audioterapia , veinte minutos.
Hablar sólo desde un aparato tiene sus ventajas, elimina las barreras inhibitorias, permite que uno mantenga al otro al tanto de los acontecimientos , pero, convengamos, no deja de ser un monólogo híbrido. Éste inteligente y práctico recurso de la red debería ser utilizado para avisa, advertir, recordar algo sobre la hora y permitir encuentros. No obstante, es tanta la soledad en los tiempos que corren, que está siendo adoptado como una manera legítima de relacionarse, como sucede con el noviazgo por chat o el sexo virtual. Ante la ola creciente del fenómeno, he aquí algunas reglas básicas para tomar en cuenta cuando uno aprieta el micrófono a la derecha de los mensajes del teléfono.
1 – recuerde que es probable que el que recibe el audio tenga gente alrededor. No haga confidencias ni revele secretos que lo comprometan;
2 – no se demore. Nada más desagradable que escuchar a alguien que habla solo sin parar;
3 – cuando hable, no abuse de las pausas. Sea directo, puntual y no permita que el que lo escucha se duerma mientras usted recuerda lo que iba a decir o elige las palabras;
4 – espere que le contesten para seguir grabando. El receptor tiene sus quehaceres y se enfadará si le suma más y más minutos de perorata.
5 – fíjese que haya grabado bien y evite los sonidos externos para que escucharlo sea placentero.
En síntesis, usen la tecnología, pero no abusen de la paciencia de quienes todavía los escuchan.
(la imagen es de Milo Lockett, Musa )