En la Antigua Roma los que habían sufrido una muerta cercana y estaban en duelo no podían hacer los quehaceres diarios : bañarse, cocinar o lavarse los dientes . Los que se ocupaban de ayudarlos eran los “sordes”, que quería decir repugnantes. De ahí proviene la palabra sórdido. En India subsiste una costumbre similar en la casta de los “intocables”, hasta el día de hoy responsables por las ceremonias fúnebres.
Los romanos consideraban que la muerte lo impregnaba todo, hasta que el tiempo la disolvía en el mar de la vida .
Cuando hablamos de duelo, hablamos de una doble vía, el que se va y el que se queda en el sitio pactado. Las muertes, el exilio y las separaciones son las principales causas de duelo.
     Quienes se lanzan a continuar sus rutinas tras haber sufrido situaciones traumáticas incurren en el error de quitarle la importancia debida.
     Los antiguos , exagerando la nota, sabían qué hay que poner pausa al corazón para no caer en la superficialidad.
     Crisis económicas, depresión y accidentes pueden ser evitados si enfrentamos el duelo con las armas adecuadas.
    Ya no estamos en la época en la que los esclavos abanicaban a los señores de la casa, no obstante, no faltarán quienes carguen a los demás las responsabilidades que todo duelo invita a asumir.