La Primavera llegó y con ella surge la necesidad de plantear qué estamos haciendo con nuestro planeta. El calentamiento global en ascenso, el derretimiento de los hielos polares, la emisión descontrolada de gases, la contaminación ambiental de las grandes ciudades y los estragos que han provocado siglos de inconsciencia ecológica nos pide una mirada actualizada y resolutiva . Tomemos en cuenta que  el haber detonado en el interior del planeta una bomba atómica con un poder  veinte veces superior a la de Hiroshima y Nagasaki  hace menos de un mes , no fue gratis. Desde ese momento  huracanes, maremotos y terremotos de gran magnitud no dejaron de suceder en territorio americano, cobrando vidas, ilusiones y causando estragos de miles de millones de dólares. La benevolencia con la que los algunos analistas políticos argentinos suelen tratar al líder norcoreano Kim Jong-Un, el que se ríe a  carcajadas cada vez que aprieta el botón rojo, es pasmosa. La antipatía por Donald Trump no justifica aplaudir las acciones dementes del dictador oriental, que sumando los años de su gobierno con los de su padre llegaron  a cumplir ya setenta primaveras. En contrapartida, el discurso del presidente norteamericano en la Asamblea Nacional de las Naciones Unidas del martes pasado pone los pelos de punta a cualquier terráqueo. Habló de la destrucción total de Corea del Norte en el caso de que sigan avanzando en su plan nuclear, lo que iniciaría un conflicto bélico sin precedentes.

    Mientras usted , panóptico, usa menos spray para no dañar la capa de ozono y recicla la basura, un soberano amedrentado, del otro lado del planeta,  altera las reglas del juego y hace desastres ecológicos en nombre de la seguridad nacional. Otro desquiciado saca a relucir su poder de mando y dobla la apuesta en el momento en el que todos pedimos acciones abnegadas y pacificadoras. Mientras tanto, la  Madre Tierra sufre. Reacciona ante las tremendas agresiones que recibe y por la enemistad  creciente entre sus hijos.