Pensar en el cuerpo como receptáculo de la memoria de un grupo social, de una familia y de un individuo nos define como hijos de una época, de dos árboles genealógicos y de un alma que viene peregrinando sola, alineándose con las experiencias de los dos factores anteriores. En la Edda Mayor, más precisamente en la Profecía de la Vala o Voluspá , Odín despierta una adivina   en su tumba para que le cuente cómo han sido los comienzos de todas las cosas, para de esa manera, entender el futuro.

Indagar en la historia personal desata nudos, pero también libera unos cuántos fantasmas. Hacerlo de manera eventual, por curiosidad y sin la técnica apropiada desarticula al que indaga en lugar de solventar su búsqueda personal. Ya son cientos los casos de quienes vienen a la sesión creyendo haber sido abusados, abandonados, violados sin la certeza de haberlo sido, tan solo por haber participado de encuentros en dónde se aborda la memoria ancestral sin ninguna ética ni reparo. Gente de bien y espíritus familiares son difamados sin la posibilidad de defenderse, vínculos primarios que llevaron toda una vida sostener son disueltos e inocentes, condenados injustamente.

La memoria ancestral es la información que mora en nuestra sangre. La que permite la percepción, el autoanálisis y la potencia para sanarnos. Según las Runas, nadie puede interferir en esa relación estrecha y sagrada, sin un ritual de pacificación entre el Cielo y la Tierra (que es la mismísima tirada rúnica). Una escena primera se despliega en el interior del Campo del Sol y a través del intérprete, va tomando forma audible para el consultante y dando lugar a otra. Ningún otro humano interfiere en ese despertar revelador. Profanar el recinto en el que se manifiestan nuestros antepasados es un acto inconcebible para quienes respetan al Gran Espíritu.

Con el debido respeto y honores en sesión se han revelado monedas de oro escondidas en la pared, mentiras por omisión, historias pasionales ocultas, en dónde se fugó el padre forajido y tantas otras cuestiones a lo largo de estos 30 años de trabajo. Con el agregado que, luego, esa información aportó la respuesta tan anhelada, la paz y la tranquilidad con la corroboración en la realidad. Pudieron ser confirmadas y certificadas. Porque el bien, cuando actúa, no trae dudas ni siembra la confusión. Cuando consideramos que el dolor de nuestros antepasados no es nuestro, se rompe una red inmensa de protección que nos brindan desde el plano superior. Cuidado con el facilismo que prometen las terapias de moda. No ofrezcas tu historia en el bazar alternativo de las vanidades por el gurú de turno.

(Ilustra obra de Leng-Jun)