La realidad moderna tiene un rostro triste. Se estima que la prolongación de la vejez  debido a los avances de la ciencia y el aumento de la calidad de vida han aislado a una enorme cantidad de personas. Las familias menos numerosas, la disolución de los vínculos cercanos, las urgencias de la vida urbana (en dónde se concentra la mayor cantidad de personas), el descarte de un mercado laboral que absorbe cada vez más jóvenes y escupe a los veteranos, enmarca un cuadro preocupante, digno de los retratos de Lucien Freud.

     Así como los ingleses fueron los primeros a sondear el índice de felicidad de cada país, fieles a su capacidad innovadora, hoy nos sorprenden con la creación del  Ministerio de la Soledad.  En un país con casi sesenta y seis millones de habitantes, a razón de doscientos setenta por cada kilómetro cuadrado, nueve millones se encuentran en soledad y doscientos mil tienen una sola conversación al mes con otro ser humano. No son solo los ancianos los que sufren ese flagelo. Las encuestas dicen que los jóvenes de dieciocho a veinticuatro años también están afectados. Una de las razones que fundamentó la creación de tan exótico ministerio es un estudio que comprueba que los solitarios son más propensos a las afecciones cardíacas y la diabetes.
      Al asumir, la flamante ministra Tracey Crouch dedicó su gestión a Jo Cox, ideóloga del proyecto. Lamentablemente la  parlamentaria no pudo ver concretado su sueño, ya que fue asesinada el 16//6/16 por un fanático de ultraderecha la semana anterior a la votación del Brexit.