Faltan cinco días para que el conflicto entre Ucrania y Rusia cumpla nueve meses. Ya suman 8311 civiles muertos, incluyendo a 437 niños y más de 11000 heridos. En el mismo planeta Tierra empezará en horas el Mundial de futbol en Qatar, una fiesta en la que 32 países disputarán el título de mejor equipo del deporte más popular de todos los tiempos. Tan solo tres mil kilómetros de distancia separan el horror de la esperanza, la ira de la alegría , el encono de la tolerancia. Fueron necesarios miles de años de civilización para que el hombre sublimara la guerra con el deporte y transformara la rivalidad en sana competencia y casi un siglo sin guerras mundiales para que el fenómeno deportivo fuera haciéndose global y contáramos goles en lugar de bajas. Estamos felices porque al empezar el Mundial de Fútbol asistiremos a una serie de partidos arbitrados con reglas claras y, a la vez, tristes, porque la guerra que inició Putin se fundamenta en la opresión del grande al más pequeño, es injusta y sus intereses son turbios. El deporte es una ventana hacia el futuro, la guerra un flagelo del pasado. El 18 de diciembre sabremos cuál equipo se llevará el trofeo de Qatar, pero no podemos asegurar si Rusia retirará sus tropas de los territorios ocupados, si tomará represalias contra los países que se aliaron con Ucrania, si China dará la cara transformando este Mundial en guerra en una Tercera Guerra Mundial, por la demencia de unos pocos y la anuencia de unos cuántos. Intencionemos un mundo con más deporte y menos conflictos armados.
(Ilustra obra de Diego Manuel)