El otro día, en el transporte público, defendí a una señora que fue hostigada por un hombre por “ponerle el codo” cuándo éste quería pasar. Le dijo improperios y el silencio reinó por unos pocos segundos en el lugar. Indignada, le dije que a lo mejor fuera conveniente que llamara al choffeur particular que lo viniera a buscar, el colectivo no era un lugar para él. Violento, sintiéndose ridículo  ante las risotadas de los pasajeros, se bajó en la primera parada, mascullando palabras en mi contra.

         Me preguntan si soy feminista y claramente digo que sí. Estoy dedicada al despertar de las potencialidades de todas las personas, pero las mujeres claramente son el grupo humano con el que prefiero trabajar. Intensas o medidas, inteligentes o intuitivas, valientes o sumisas, dentro de una mujer siempre hay un tesoro por descubrir.

        En los últimos años me he dedicado a propagar en mis talleres, libros y notas la necesidad del despertar del Espíritu Femenino, que afortunadamente también habita en el interior de hombres y de los demás géneros existentes. La Madre Cósmica, la Diosa, la Virgen, la Madona, como prefieran llamarla, es la fuerza regeneradora de toda guerra, enfermedad y rotura. Llamada anima por Jung , es la que permite que los hombres se sensibilicen , convirtiéndolos en buenos padres y amantes, a la vez responsables y comprometidos. Muchas religiones prescinden de la imagen de la mujer, dejándolas de lado como un suplemento del hombre, relegándola al olvido.  Fundemos el Neofemenismo, que no compite con el hombre ni se deja lastimar, simplemente lucha por ocupar el lugar que se merece en este mundo.