Ya lo dijo un sabio, para resultados diferentes, hay que cambiar la fórmula, la cuenta o la operación. Todos pedimos mejores dividendos, más calidad de vida, torrentes de  felicidad y relaciones sostenidas en el tiempo, no obstante ¿ hicimos todas las reparaciones a las relaciones fallidas, nos ocupamos de nuestra salud, fuimos más justos con nosotros mismos, desplegamos toda la creatividad para colaborar con el bien común o sostuvimos la queja disparando a mansalva contra el muñeco de goma enemigo?

 Vivir pensando en la teoría conspirativa nos hace tan inocentes como el público del cine catástrofe. Un gobierno no hace la felicidad de nadie, tampoco un equipo de fútbol, una condecoración o una novia. No nos salvará Cristina ni Macri, no vendrán a ocuparnos los extraterrestres, no apretarán el botón de la bomba de neutrinos, la lluvia ácida no arrasará con las cosechas, el sida no se extenderá como la peste negra, la Argentina no será Venezuela, los chinos no se quedarán con la Patagonia.
 Ha llegado el momento de crecer. Duele, es inexorable. Ningún ser humano que vale la pena se hizo  mejor echándole la culpa a los demás. Tomaron su dolor a cuestas y lo transformaron. Pidieron justicia por sus actos y piedad por los errores de los demás. Debiéramos transmutar lo que nos pasa como comunidad siendo más honestos, trabajadores, equitativos, veraces y soberanos en la bondad. El enemigo está adentro y no repara en banderas políticas.
 Hace dos días, en la fila de la SUBE, un joven me pidió diez pesos para ayudar a completar su carga. Naturalmente accedí y en el momento en el que el billete tocó su mano él se fue de la fila, desapareció. Había consumado la trampa, feliz por haber estafado a alguien más. En la pirámide social, de arriba a abajo encontramos especímenes que urden cuentos del tío para sentirse mejor. Lo que más entristece es que  la estafa y la mentira se han adueñado del corazón de los que vivimos en la Argentina, sea por quienes las ejercen o por los que la padecemos. En lo que a mí respecta, no pido recibo por mi dádiva. Dar al que me pide es regla básica para crecer y ser un poco más humana ante mi propia conciencia.