Los hay de todos los modelos: narcisistas, ególatras, abnegados, victimizados, sojuzgadas por sus cónyuges, quiénes ponen a los hijos como maestros ascendidos, las que no les po

nen límites, pero la tipología más doliente son los padres tóxicos. Suelen llegar a la maternidad/paternidad por caminos no buscados , sea por mandato social , familiar o por un libreto que ellos mismos escribieron de lo que deberían ser y de modo rígido toman el rol asignado, sin cambiarle una sola coma al guión. Los  padres tóxicos cultivan el mal humor, la ironía y la indiferencia para con sus hijos como los jardineros lo hacen los las plantas del vivero. A veces ese comportamiento no se da con todos los hermanos, lo que causa un daño aún mayor al señalado. Ése, a su vez, tratará en su desarrollo de hacer todo para ganar el amor de sus madres,  será hiperexigente consigo mismo y, si no se da cuenta a tiempo, heredará el maltrato como modo de expresar amor, sembrando el infortunio a su alrededor.

     Cuando una persona no se siente apto para ser madre/padre, no debe hacerlo. No los critiquen ni los condenen. Hay muchas maneras de ser útil a la sociedad y de ser feliz. Una familia puede formarse sin hijos, con tíos, primos, abuelos, yernos, cuñados  y sobrinos. Hay familias elegidas, que no comparten la sangre y conviven en armonía. Hay tantos modelos de familias como personas. Evitemos tomar decisiones trascendentes como tener hijos como si fueran “trámites” por los que hay que pasar sí o sí. No es obligatorio que los padres quieran a sus hijos, tampoco que los hijos quieran a sus padres. Todo dependerá del lazo que hayan podido entablar a lo largo de la vida en común. Por algo en mandamiento dice honrar padre y madre y no dictamina que debe haber amor en ése vínculo tan particular, a sabiendas que a los padres tóxicos es muy difícil quererlos. Porque dónde hay hostilidad, difícilmente entrará el amor.