Brujerías, mal de ojo, velas negras, sacrificio de animales, todo sirve para el ejercicio de la maldad y de la manipulación humana. En nombre de Exú, Caboclo e Iansan ritualizan con sangre, excavan los cementerios y “demandan” a los enemigos. Todos los años encarcelan a un Pai de Espanto en Argentina por portación de armas ilegales, tráfico de drogas o trata, crímenes . En sus templos abundan las estatuillas de la Pomba Yira, cráneos humanos , mezclados con collares de Yemanjá, aguardiente y cuentas de buzios. Todos delincuentes, que con un portuñol carnavalero actúan con impunidad hasta que la sangre llega al río. Dueños de la puerta del infierno, prometen venganzas, amarres amorosos y ejercen el caudillaje espiritual en los barrios más vulnerables, en dónde ejercen poder a través del miedo . Muy distinto a lo que desde mi infancia conocí en Brasil, en dónde la impecabilidad de los actos personales infunde poder y respeto a los Pais de Santo, líderes de comunidad por el sostén, aporte cultural y solidaridad entre los más necesitados. La Umbanda y el Candomblé, malas palabras para el medio pelo argentino, nada tienen que ver con el crimen organizado que se propagó en las últimas décadas en la pampa húmeda y que lleva el nombre de Religión. Son tradiciones milenarias, originarias de África y traídas por los esclavos a América en la época de la colonización, llenas de riqueza e historia. Con tristeza asistimos a la banalización de un culto que ha generado por cinco siglos arte, música, danza y todo tipo de aporte a la identidad brasileña, sincrética, tolerante y, sobretodo, pacífica.
Ayer encarcelaron a Carlos Chavinet, el Pai Carlos, que empezó violando a la menor Daiana hace diez años atrás con un rito iniciático en el que mató veinticinco gallinas en José C. Paz. La encarcelaba y fruto de esa relación hecha de golpes brutales y sometimiento sexual , nacieron siete hijos. Sus seguidores le recordaban todo el tiempo que no se sublevara porque él era muy poderoso y podría enojarse. Y ya sabemos qué sucede cuando se enoja el de abajo. Ahora el pai de espanto pagará por sus delitos en una cárcel común. Ojalá aprenda entre las rejas que la piel negra de los dioses africanos nada tiene en común con la oscuridad espantosa de su alma.