Este año confluyen las Pascuas judías con las católicas. Para nuestros primos mayores de fe, Pesaj  significa pasaje y recuerda la travesía del desierto tras la expulsión de los egipcios. En un sentido amplio es la fiesta que nos libera de las ataduras de la esclavitud y nos hace libres. Recuerda los esfuerzos que tenemos que hacer para dignificar la libertad. La caravana peregrinó cuarenta años hasta llegar a la Tierra Prometida.

      Para los católicos y cristianos es la festividad que marca la Pasión, seguida por la crucifixión de Jesús tras los cuarenta días de ayuno y oración en el desierto , la cuaresma. Y la Resurrección tras Su muerte.
      Ambas tradiciones enfatizan la necesidad de liberarse de las ataduras morales, de los miedos a avanzar y del pecado, que siempre nos hace retroceder. Para asumir riesgos es necesario estar convencido de que no será fácil el después . Asumir el destino que nos toca vivir casi nunca se parece a un paseo por el bosque, sino todo lo contrario. Independizarse económicamente, salir de la zona de confort, convencerse de que el amor de su vida no es un súper héroe, que un familiar tiene problemas psiquiátricos, que hay que ayudar a un hijo que salga de la droga, que dimos menos de lo que pudimos o más de lo que debiéramos, suele ser la antesala de grandes cambios.
      Les deseo unas Pascuas menos dulces y más conscientes. Que no les gane el vaciamiento de contenido y la glucosa en sangre no se les  dispare. Recordemos que para que tengamos  vidas extraordinarias, las que valen la pena contar, hay que salir de la órbita de lo ordinario.