¿ Qué necesidad tiene el ser humano de que lo premien? Fotos de niños y adultos con trofeos, galardones y estatuillas parecen ser las preferidas de los periódicos y de las redes sociales. El Libro Guiness, conocido por publicar datos de seres humanos que se destacan por hacer tal o cuál cosa, es uno de los libros más vendidos del mundo. En Argentina, la comunidad artística es tan pequeña que los premios terminan dándose siempre a las mismas personas. Es gracioso ver cómo un mismo homenajeado sube y baja del escenario dos, tres y hasta cuatro veces, sintiéndose Gardel, cuando en realidad deja al descubierto la poca producción de calidad que ha habido en el país, sea en cine, teatro o televisión. Formar parte, ser aceptado, es uno de los anhelos más grandes del hombre. Ser reconocido por lo que realiza parece ser la cima de la realización. Rechazar el premio no sólo cae mal a la comunidad que lo destaca, sino que puede hacer el efecto contrario. Marlon Brando rechazó el Oscar el 1973 por su actuación en El Padrino en reclamo por las imágenes estereotipadas de los indios americanos en el cine. Brigitte Bardot no aceptó ser condecorada como Legionaria de Honor de Francia por la falta de una política de Estado que protegiera a los animales y Bob Dylan no fue a buscar el Nobel en Estocolmo el año pasado, pero aceptó el dinero. Ninguno de los tres tuvo el mismo prestigio a partir de sus decisiones. Más que ganarlo, el premio se impone y rechazarlo trae bajo el manto de la cordialidad, el germen del castigo.