Un tema que parece no estar del todo definido en nuestro cotidiano, panópticos, es el del juzgamiento y la constatación. El acto de juzgar deja implícito que existe una norma o ley que no fue cumplida y va en detrimento a la convivencia o el bien común. La constatación es la facultad que tiene la razón para corroborar una verdad. La diferencia entre ambas es que el juzgar nos coloca moralmente por sobre el sujeto o la situación que estamos analizando, mientras que el constatar carece de emoción y nos permite ver la escena desde una perspectiva igualitaria. Juzgar es moralmente inadecuado, pero constatar un error no lo es.
Por ejemplo, alguien que roba puede hacerlo por varias razones: por impulsividad, ambición, necesidad u obedeciendo una orden. Eso descarta la posibilidad que lo juzguemos sin un profundo análisis de la situación, convocando a los profesionales que se formaron para hacerlo. Pero nada de eso transforma al ladrón en inocente.
