Abrirse a lo nuevo y dejar de caminar hacia atrás. No callarse ante la adversidad y ser guardianes de la vida. Rejuvenecer cada día, persiguiendo la utopía de un mundo mejor. Ser como un niño para el aprendizaje, un joven para los sueños, un adulto para la concreción y un anciano para la reflexión. No dejarse atropellar ante la previsibilidad del que va por el camino con la mirada corta, con la miopía aguda que padecen los que se quedaron sin la confianza de un tiempo mejor. Romper el pacto con el patriarcado y su violencia infinita, disfrazada de correctivo. Mover el techo de cristal, sacarle la tapa al frasco y salir del táper, animarse al logro.
No hace falta ser mujer , tampoco culto, rico o conectado. Sólo hay que ser valiente en éstos tiempos de cambio, vivamos en el Norte o en el Sur, en el Este o en el Oeste. Este es el mejor de los mundos posibles, aunque el tono saudosista predomine en el relato. El sida ya no mata, tenemos voz y voto, los sabios se encuentran en los kioscos. No se es menos feliz porque no tengamos hijos, podemos estudiar a miles de kilómetros de la ciudad soñada, ya sabemos que la familia no es un oasis fecundo. Hagamos algo que no hicimos nunca. No hay excusas para saber quién uno es, los velos se rasgan y las máscaras caen a cada paso. ¿Creías que el seguro contra incendio te resguardaría de las llamas? ¿ Que no podrías vivir sin obra social? ¿ Que el gurú te salvaría del encuentro profundo contigo mismo? Ya lo dijo el Tao de Lao Tsé, cuanto más cerrojos, más ladrones. Aggiornado, podemos decir que cuánto más somníferos, menos descanso.
¿De qué hablamos cuando invitamos a romper el pacto ? Vale aclarar que para el místico los pactos son nefastos. Fausto firmó uno famoso con Mefisto en el que entregaba su alma a cambio de algunos beneficios, unos años después Alfonsín hizo lo mismo con Menem, asegurando los dos mandatos del presidente con apellido capicúa. Así como el secreto cobija la oscuridad y el misterio guarda la luz, los pactos son la contracara de las alianzas. Debemos romperlos para que ingrese la verdad. Los jueces debieran romper el pacto de lealtad que les resguarda los privilegios. Los periodistas, el pacto de corruptela que les permite recibir sobres con dinero. El político debiera romper el pacto con la clase a la que pertenece y le garantiza ejercer su reinado en base a la mentira, perpetrado por un sistema perverso. Los votantes debiéramos animarnos a expresarnos con libertad en las urnas. Si no hay alguien que nos convenza plenamente, votar en blanco es la mejor opción.
El pacto subentiende el acuerdo tácito de los afines y la pasividad de aquél que quisiera pertenecer y queda excluido. Es un bullying invertido, un beso mafioso que deja la marca indeleble. Se asemeja a la religiosidad del asesino, que pide a Dios que lo proteja de la policía para seguir delinquiendo.
Los que apostamos a vivir una existencia verdadera, forjando alianzas, nos queda salir del lugar de cómplices. No debiéramos votar a quienes no confiemos, sólo por miedo a un mal mayor. Votar en blanco es una manera de visibilizarse, aunque parezca paradojal, es la única forma de salir de la invisibilidad. Sólo expresándonos seremos guardianes de un futuro posible. De lo contrario, seguiremos aplaudiendo a los que ensombrecen el mundo a cambio de mantener intactos sus privilegios y los de su casta.
(Ilustra cuadro de John William Godward, The letter).