El abuso sexual perpetrado por el sacerdote Justo José Ilaraz a siete chicos en el Seminario de Santa Fe, vaya ironía, entre los años l985 y 1993, pone los pelos de punta. Si bien el juicio no es abierto al público, los detalles fueron amplia y sábiamente  difundidos por la prensa. Maximiliano Hilarza, uno de los afectados, tan conmovido estuvo al final de su relato que tuvieron que internarlo por un ataque de asma. Se habló de masajes, besos, masturbación y penetración. La alta jerarquía de la iglesia local estaba al tanto de las denuncias y no sólo callaba, sino que no intervino en ningún momento. La empatía del sacerdote con las familias era tal que se volvía un integrante más del clan. Ilaraz llegó a viajar a Chile a bautizar a uno de los sobrinos de Maximiliano.

        Como persona de Fe no concibo ningún tipo de defensa legal a éste ladrón de sueños. No sólo defraudó a la comunidad católica,  usó los recursos e investidura que otorga el rol de sacerdote  , sino que hundió la cruz en el fango, sin reparos, una y otra vez. En nombre de sus deseos y mentiras sembró las semillas de la desesperación en los afectados, impartió beneficios, vivió como un rey y se dio el lujo de tener protectores de la alta jerarquía eclesiástica que lo apañaron. Una verguenza. Seguramente con el Sacramento de la Confesión ponían el marcador en cero y volvían a abrir las puertas del Infierno. Él, las familias que lo sabían y las altas cumbres religiosas.
       ¿ Cómo podés seguir creyendo en ellos? preguntó mi hijo frente al espanto. Soy ferviente defensora del sacerdocio para mujeres. En ningún lugar de los libros sagrados dice que no podemos ejercerlo. Estoy convencida que la igualdad de géneros se dará cuando haya sacerdotisas legitimadas, que equilibren éstas tristes historias. Esto se da porque para mantener el sistema patriarcal en el seno de la Iglesia Católica, cualquiera es sacerdote. Ojalá el Papa escuche la voz de los ángeles que proclaman verdadera vocación para el ejercicio sacerdocio, tengan el sexo que tengan y nos abra la puerta del seminario a las mujeres.