Equinoccio en latín significa noche igual. Igual a qué? al día. Son las dos fechas del año en los que los días y las noches tienen doce horas cada uno. Eso sucede cuando los rayos del  Sol inciden sobre el ecuador del planeta, produciendo un raro acontecimiento:  que toda la Tierra, en esos días, reciba la misma cantidad de luz.  Sin embargo, los solsticios marcan la mayor y la menor incidencia de la luz solar sobre un hemisferio, acentuando la diferencia de las horas-noche en  el norte y en el sur del planeta. Los equinoccios y  solsticios marcan el comienzo de las estaciones, las mismas que Vivaldi supo transformar en un hit eterno. Observar el cielo nos otorga una gran responsabilidad. El que mira  hacia abajo se contenta con encontrar caminos, respuestas, tesoros. Los que miran hacia arriba buscan conocer el designio de los dioses. Los que miramos hacia ambas direcciones tratamos de interpretar esos signos y llevarlos a la conciencia de los humanos.

Estamos a pocas horas del equinoccio de otoño en el sur, primavera en el norte del planeta azul. Muchos alternativos dirán que es Ostara, la festividad pagana de Europa que marcaba el comienzo de la estación florida, tomando al pie de la letra la fecha del calendario y olvidando el sentido profundo de celebrar la llegada de Herfest o Haustblot, la estación de la vendimia y de la madurez del año.

Ser herederos del Viejo Mundo nos legó una enorme cantidad de tradiciones, las que debiéramos resignificar. Ya no conformarnos con  festejar a ciegas el solsticio de invierno, cuya principal festividad es la navidad, en una celebración que no corresponde en absoluto al sentido simbólico que le dieron los antiguos: sumar horas luz con la llegada del mesías. Aquí, con la mejor voluntad, celebramos la merma de la energía solar ya que estamos en el solsticio opuesto. Lo mismo sucede con la astrología, heredada de los caldeos y perfeccionada por los griegos que para el hemisferio sur resulta  un disparate. Lamento decepcionarlos, pero les daré un ejemplo práctico que pueden encontrar en  el prestigioso  Diccionario de Símbolos de Chevalier y Gheerbrant, ” capricornio para nuestro hemisferio representa el despojo, la retracción y la concentración del invierno en su severa grandeza; se asimila a la Nochebuena, cumbre del frío y de la oscuridad; hora cero de la semilla hundida en el suelo en vistas de la lejana mies”. En verdad, los nacidos para esa época debieran pertenecer al signo de cáncer “signo que se sitúa inmediatamente después del solsticio de verano, cuando los días comienzan a disminuir. El cuarto signo se identifica con el arquetipo maternal, todo lo que abriga, protege y da calor a lo que es pequeño”, o sea, lo que los astrólogos llaman su opuesto complementario.

  Tenemos girados los signos solares, las festividades y, por lo tanto,  la percepción de nuestro mundo. Una persona es la urdimbre tejida por sus símbolos.

Observar el cielo no se reduce en hacer una carta natal (hay apps específicas que la hacen en segundos) sino en abrirnos la mente y despegarnos de viejas creencias que ya no nos  representan y que explican muchos desencuentros de la teoría astrológica con nuestra percepción personal. Yo nunca me sentí identificada con mi carta natal . Luego, entendí que al haber nacido en un hemisferio invisible, no han sabido interpretarla correctamente.  Tener autores responsables en las disciplinas herméticas, capaces de cambiar conceptos erróneos , investigando a fondo sus disciplinas , sería un buen comienzo.

No es solo en la economía el ámbito en el que estamos atrasados con respecto al norte del mundo. Mientras repitamos y aceptemos falsedades como grandes verdades, seguiremos sin las mismas oportunidades.

Dado que el equinoccio es un día de igualdades, brindemos para que podamos tener pensadores responsables que nos enseñen a resignificar los símbolos que nos constituyen. Brindemos por un sur visible.

 

(Ilustra Alireza Karimi Moghaddam)