La propuesta de esta semana es aprender a escuchar las señales que la vida nos proporciona.
El arte de leer las señales es la raíz de todo oráculo. La vida está interconectada con tantas capas simbólicas que un buen intérprete podrá sacar aprendizaje mirando las nubes, el vuelo de un pájaro u observando un jardín. Se ha perdido esa capacidad a lo largo del tiempo no sólo por el dominio de la racionalidad por la intuición, ambas están preparadas para convivir y actuar ensambladas, sino por el embrutecimiento del género humano. Un cocktail alucinado de antropocentrismo (el hombre como centro del Universo), la hipervaloración del ahora (la negación del pasado y del futuro), la solución gragea (todo dolor se mitiga con una pastilla) nos han vuelto una especie que para ver lo que tiene delante necesita una pantalla y para escuchar al que tiene al lado, necesita un teléfono.
Volvamos a las señales. ¿ Cómo leerlas?
En primer lugar, proporcionándonos un estado de receptividad. Cuando uno quiere escuchar a alguien, hay que dejarlo hablar. Con el Universo pasa lo mismo. Lograr el silencio interior no es tan complejo como le contaron. Empezar el día con una oración ayuda a que no perdamos el eje a lo largo del día. Otros prefieren meditar. Otros, salir a correr. Otros, lo hacen cantando.. Cada uno tiene su manera de conexión con la existencia.
En segundo lugar, pedir instrucción, señal o una respuesta a lo que uno quiera saber. Ser muy preciso en el pedido, que debe ser pensado y , a la vez, sentido. DEbe resonar en el fondo de su corazón.
En tercer lugar y por último , controlar la ansiedad para recibir la respuesta. El Universo no tiene movistar o claro, no obstante sabrá cómo contestar de la mejor manera. Tome en cuenta que la respuesta no vendrá cuándo a uno se le antoje, sino en el momento preciso, en el que tengamos un mejor aprendizaje.
Anímese. El Universo jamás dejó a nadie hablando solo.