Parecen sinónimos, pero no lo son. En una cultura en la que la imagen ocupa el podium indiscutible entre lo que más consumimos , en la que gran parte de la información entra por los ojos y en la que aparentar se ha vuelto una religión, éstos cuatro verbos se emplean sin que reflexionemos en el momento de emplearlos.
Ver es involuntario. Uno ve sin la necesidad de proponérselo. Tan sólo con abrir los ojos el evento se despliega y la mente registra la situación o el objeto. Uno ve el entorno, la taza de café, la señal de tránsito…
Mirar tiene otra connotación. Requiere el discernimiento que proporciona la razón para focalizar el interés en lo que está sucediendo. Reflexionamos sobre lo que vemos, pero aún no incorporamos la conciencia, agente del bien común. Mirar todavía nos restringe a un ámbito de criterios y valores personales. Uno mira la vida ajena, la mirilla, la tele, la pantalla…
Observar es elevar la mirada y llenarla de conciencia. Un científico observa una célula en el microscopio, un sociólogo observa el comportamiento de un grupo de personas, un padre observa la actitud de su hijo. Sale del ámbito de los privilegios personales. Observar es ir más allá de uno.
Contemplar es mirar desde el templo. Dejar que ésa imagen nos llene de sabiduría, de felicidad, de energía. Se contempla la naturaleza, el arte, la evolución de un proyecto. Se requiere tiempo para comprender lo que se está viendo, discernimiento para que la mirada no quede sesgada a nuestro canon, grandeza para abrirle la a la observación y dejar que la inunde la emoción.
La técnica VEMIROC, también llamada la Técnica de los Cuatro Ángulos, lo ayudará a administrar la manera de registrar las cosas. Contemplar un partido de fútbol es una perdida de tiempo. Mirar una Madona de Rafael es un crimen. Ver pasar la vida es de tontos… Observar y no actuar en consecuencia es desperdiciar el don de la inteligencia.