Cuando el turista estadounidense Frank Joseph Wolek decidió elegir a la Argentina como destino turístico, jamás pensó que terminaría su recorrido recibiendo diez puñaladas de la mano de un ladrón en el barrio porteño de la Boca. Tampoco se imaginó que por allí pasaría un policía vestido de civil , portando un arma, que lo defendería de una muerte anunciada. Ni por casualidad pensó que recibiría una atención médica afectuosa y gratuita, ya que en su país trastabilló el gobierno anterior por meterse en el tema de la medicina privada y sus intereses multimillonarios. Se le descuajó la mandíbula cuando supo, días después, que Luis Chocobar, el policía con nombre de golosina que le salvó la vida, fue procesado y embargado por cuatrocientos mil pesos por haber actuado a su favor. Ni les cuento el shock que tuvo cuando leyó en el diario que el  magistrado Enrique Gustavo Velázquez, juez (disculpen la letra minúscula) titular del Juzgado de Menores No1 de Capital Federal ya había dejado libre a uno de los asesinos de Brian Aguinaco, un adolescente de catorce años que por no tener antecedentes tuvo”otra oportunidad” tras perpetrar el crimen y fue liberado a tan sólo trece días de haber sido encarcelado.

        El broche de oro fue cuando Frank, ya en Ezeiza, tomando un café antes de regresar de sus tormentosas vacaciones, vio la foto del  Presidente en la portada del diario, dándole la mano al policía. Se sonrió, creyendo encontrar algo de paz en su corazón emparchado. Pero le duró poco la armonía. En la mesa de al lado, una pareja comentaba la noticia, rematando con la frase infausta,
_ Mirá qué verguenza éste tipo, siempre del lado de los asesinos!