Pasé por la vereda de enfrente  y vi a un hombre tapado hasta la cabeza con una manta marrón, durmiendo en el piso. Eso no sería nada si no lloviera copiosamente. Sería  menos aterradora si la escena no incluyera a decenas, sino a cientos de seres humanos que pasaban  esquivándolo como si fuera un bulto. ¿ En qué momento lo horrible pasó a ser natural? Desde cuándo nuestro corazón se volvió una piedra pómez adentro del tórax?

       Me crucé con una vecina, que al verme ahí parada no tardó en agregar  _ Ayer se lo quisieron llevar los de la municipalidad, pero no hubo caso. Estuvo ahí toda la noche.
       Recordé que había sido una noche fría, de diez grados. Empapado, el hombre bien podría estar muerto que nadie se percataría hasta que los aguiluchos que proliferaron los últimos años a causa de la plaga de cotorras, vinieran a picotearlo.
     _  Es José, el borracho, dijo uno.
     _ Está loco de remate, dijo otro.
        Resulta que el invisible, cuando uno lo mira, deja de serlo.
        Un joven que salió a pasear su perro viejo a upa, un salchicha con capita de lluvia a cuadros, fue el que interpretó mejor lo que ocurría.
      _ Se tapa la cara de verguenza, señora. No sé si de su condición o de la nuestra… Y se fue silbando bajito una canción de Calamaro…