¿ Cuál es la diferencia entre viajar y peregrinar? Viajamos hacia un destino, peregrinamos hacia nosotros mismos. Parodiando a Jung, podemos decir que en el primer caso miramos hacia fuera, en cambio, en el segundo, miramos hacia dentro. Viajar sacia los sentidos, peregrinar le pone a la vida un sentido. ¿Se puede viajar y peregrinar al mismo tiempo? No. La naturaleza del viajero es nómade. Quiere recorrer, ver cada día un paisaje diferente, programa su ruta con meticulosidad y obedece a un plan terrenal. No obstante, para el peregrino, todo está dictado por las señales y una fuerza mayor que lo determina todo desde el cielo. El peregrino busca a Dios, mientras que el viajero va al encuentro de la aventura. De hecho, viajar nos vuelve más instruidos y peregrinar nos vuelve más profundos. La naturaleza del peregrino es sedentaria. Si pudiera, se quedaría a vivir en los Lugares Sagrados. Cuando planificamos vacaciones, hacemos todo para satisfacer al máximo las necesidades de nuestra mente, volver descansados y regresar a la rutina. Cuando nos proponemos ir hacia un lugar santo, sabemos que la vida se dividirá en un antes y un después de esa misteriosa experiencia.
Sara Fauze, quién organiza desde hace más de trece años los viajes de los peregrinos junto a los Custodios de Tierra Santa, una tucumana con grandes ojos vivaces, lo advirtió ante mi duda de poder hacer o no el recorrido por cuestiones familiares , diciendo sólo llegan a destino aquellos que tengan que llegar. Al comienzo me pareció una frase de marketing, un lugar común. Seis meses después estaba yo con las valijas en Ezeiza rumbo a Jerusalem, junto al Padre Franciscano Rafael Sube, un mejicano con temple de acero y carcajada sonora y otros diecinueve peregrinos. Estar bajo la tutela de Sara y y el Padre Rafael nos permitió disfrutar del cuidado y la información necesaria para aprovechar al máximo la experiencia. Él vivió quince años en Tierra Santa, lugar al que ama y es recíproco, ya que nada constituyó un problema en los dieciocho días de trajín. Ella nos cuidó como una madre meticulosa y atenta. Él nos guió con su sabiduría y el lema Paz y Bien.
Empezamos los veinte peregrinos en un escenario del Antiguo Testamento, el Monte Nebo, lugar dónde murió Moisés luego de avistar la Tierra Prometida. Cuentan las Escrituras que ahí escondió el Profeta Jeremías el Arca de la Alianza, uno de los tres objetos sagrados de la cristiandad: el santo Grial, el sudario que cubrió el rostro de Jesús y el mueble en el que el patriarca depositó las Tablas de la Ley. El lugar árido y altivo, con aire seco y olor a sol nos daba la bienvenida.
El grupo no pudo ser mejor. Ninguno portaba mala cara, todos cumplían con los horarios, la gente fue solidaria y amable desde el principio. De a poco nos fuimos conociendo, compartiendo fotos y comidas. Ahí aprendimos que en Jordania los turbantes son rojos y blancos y en Palestina , negros y blancos. Todo eso nos lo contaba Nawash, un jordano simpático y parlanchín que no paraba de alabar a los reyes, a punto de que en un momento creí que era un agente secreto de la monarquía .
Amman, la capital del país , es elegante y desarrollada. Allí vi mujeres hermosas manejando autos último modelo, con turbante y rostro descubierto. Ese lugarvive del turismo y del fosfato, principal componente de los fertilizantes. El sur es desértico y el norte, verde. Todos los desiertos son Parques Nacionales. Los hay rojos, amarillos, grises, del color que más les guste. De abril a mayo se dan fuertes tormentas de arena que llegan a molestar en la ciudad. El 70% de la población jordana es beduina y se estima que el número de camellos ronda los 12.000. Hay plástico tirado por todos lados, algo va a tener que hacer la princesa Rania con tanto poliuretano desparramado por doquier. El Mar Rojo se llama así por el la presencia abundante de coral.
Llegamos el primer día de Ramadán, ayuno sagrado para los musulmanes, que durante 40 días se privan de alimento y bebida mientras esté el Sol. En Medio Oriente es imposible no saber por dónde está la Meca. Te lo recuerdan cinco veces al día de todas las maneras y es común ver en las calles la gente que deja de hacer lo que estaba haciendo para rezar. Peregrinar para ellos es obligatorio, al menos una vez en la vida hay que ir a la Ciudad Sagrada del Corán. Sin fanatismos, algo de razón tienen.
Contaba el guía que los beduinos que se van a vivir a la ciudad ya no quieren volver al estilo de vida nómade. Se habitúan a las comodidades y terminan olvidando sus costumbres. A 30 kilómetros de Amman, en una ruta de más de cinco mil años llamada Camino de los Reyes, está Mádaba, la ciudad de los mosaicos. Mientras Nawash explicaba la importancia de ese sitio histórico y cultural, un bocinazo interrumpió nuestra atención y el rostro del jordano se le iluminó por completo. Era su esposa, que manejaba un auto azul. La cubana ganó su corazón y se quedó con él del otro lado del mundo . Conclusión, el amor es igual en cualquier lugar del planeta y no sabe de credos ni de nacionalidades.
Para alegría de muchos y la indiferencia de pocos, seguiré contando mis experiencias en Tierra Santa. El próximo capítulo se llamará La experiencia Petra
(Ilustra mosaico de Mádaba, siglo VI)