Donar sangre, tiempo, dinero, órganos… Cuánto nos cuesta salir de la burbuja en la que vivimos! Es tan atrapante la “zona de confort” de la estirpe real a la que creemos pertenecer que nos paralizamos, nos volvemos pequeños fragmentos imantados por la sociedad de consumo. Luego, ante los resultados insuficientes a los llamados solidarios, surgen los grandes beneficiarios del egoísmo: laboratorios, instituciones, holdings, mafias de la salud y otras yerbas. Las campañas de difusión son contradictorias, lindos rostros reclaman conciencia comunitaria en la pantalla mientras equipos se capacitan para poner trabas y decir no, como en el caso dela adopción de niños. Luego, se venden. Niños,perros, sangre… ¿En qué momento la vida se transformó en un bazar?
El padre de una amiga se operó hace poco del corazón. Luego de haberle cobrado una fortuna por los servicios de cada profesional del equipo, alojamiento, gasa, merthiolate, el sanatorio se reservó el derecho de incautar otros miles de pesos por gastos posibles, entre ellos por la transfusión de sangre. Pedían quince donantes. Tal como lo previmos, aparecimos tres mujeres. Lo adjetivé porque me parece importante el dato: las féminas seguimos a la cabeza en el ranking solidario. No obstante, la voluntad no fue suficiente para que nos aceptaran. Por hache o por bé, no fuimos aprobadas por el protocolo. La obra social, pagada puntualmente durante décadas, cubrió la cuarta parte del gasto total.
¿ Quién nos hizo tan indiferentes al dolor ajeno? Entre el silencio de los amigos y la ambición de los enemigos no pude evitar pensar que mañana podemos ser nosotros los afectados. Y me corregí. La vida, si bien es singular, se vive en plural. Y en el plural, ya estamos afectados. Sufrimos una enfermedad que aún se puede curar, la indiferencia.