Cada vez es más frecuente conocer personas que deciden no tener hijos. Hace poco tiempo atrás, ese era un indicador de una disfunción social. Aquél que optara por ésa decisión era estudiado con lupa por pertenecer a la categoría de los sospechosos. Ni hablar si la decisión la tomaba una mujer… Al varón le traía inconvenientes en el trabajo. ¿ Cómo confiar una empresa a alguien que no había madurado emocionalmente? ¿ Será gay? Qué le fallará a ésa señorita, que no tiene instinto maternal? ¿ Serán swingers? Esas preguntas y otras inverosímiles pueden encontrarse al por mayor en la memoria de aquellos que han vivido más de cuarenta años.
Lo cierto es que la humanidad ya no tiene riesgo de extinción por causas naturales. Hemos habitado cada rincón del planeta y la superploblación es un hecho insoslayable. Lo que determinaba la formación de las familias hace cien años atrás, no se puede tomar en cuenta al día de hoy. La función reguladora que ejercía la religión mermó considerablemente y la ciencia redujo la mortalidad infantil. Si bien es cierto que éstos índices pertenecen a Occidente, si es que seguimos vivos en las próximas décadas, la tendencia es que Oriente siga nuestros pasos.
Parejas sin hijos, una opción válida, respetable y de un profundo autoconocimiento. No es padre aquél que tiene capacidad reproductiva, sino quienes pueden ocuparse de otros. No debiéramos tener hijos si no sentimos una verdadera vocación para ser padres.